Fundamentos conceptuales del Curso.
Conforme a lo establecido en el artículo 26 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, la Orientación Educativa y Vocacional, no debe constituirse en un factor de discriminación y de privilegio. Se trata precisamente de lo contrario, es decir, de garantizar efectivamente que la Orientación sea un eje transversal de cualquier actividad educativa que permita, no sólo la igualdad de acceso a la educación, sino especialmente la igualdad de proceso, en el sentido de proporcionar todas las ayudas que sean necesarias con el fin de que efectivamente queden satisfechos unos mínimos básicos de calidad y de atención a todas las dimensiones de la persona y a toda la singular diversidad de los individuos.
Desde esta perspectiva, la Orientación Educativa y Vocacional se constituye, al igual que la Educación, en un derecho humano universal dirigido a ayudar a todas las personas sin excepción, tanto desde sus particularidades y singularidades, como desde el carácter multidimensional de su desarrollo. Corresponde pues a las sociedades en general y a los estados en particular, realizar todos los esfuerzos necesarios para garantizar este derecho.
En consecuencia y desde esta visión centrada en la igual y esencial dignidad de todos los seres humanos, el Curso que ofrecemos estaría sobradamente justificado como un aporte necesario a la formación básica en Orientación Educativa, pero también como una fuente de conocimiento aplicado a la realidad que se vive cotidianamente en todas las instituciones educativas y sociales del mundo.
Pero hay todavía más, sobre todo porque la Orientación Educativa no debe consistir exclusivamente en una actividad meramente especializada y separada de la actividades educativas diarias, sino que puede y debe enraizarse en las instituciones, en los programas curriculares oficiales e incluso en el mismo centro neurálgico de las grandes finalidades educativas de nuestro tiempo.
La consideración de que la educación de nuestro tiempo no puede quedar reducida a la adquisición de conocimientos ni al aprendizaje de habilidades, procedimientos y técnicas, no es algo que haya pasado inadvertido en los sucesivos informes que la UNESCO ha realizado en los últimos cincuenta años.
Concretamente el Informe de la UNESCO de 1972 coordinado y dirigido por Edgar Faure se titulaba “Aprender a ser” y en él básicamente se afirmaba que la educación necesariamente tiene que ser un proceso permanente para toda la vida, proceso en el que deben integrarse aspectos multidisciplinares e interdisciplinares que abarquen tanto el conocimiento y el desarrollo científico-tecnológico, como el desarrollo humano, entendido éste en su dimensión ético-política y en su dimensión personal. En este último sentido se afirmaba expresamente que «…ninguna educación sistemática ayuda generalmente al sujeto a conocerse a sí mismo, a comprender los componentes de su personalidad consciente e inconsciente, los mecanismos de su cerebro, el funcionamiento de su entendimiento, las leyes de su desenvolvimiento físico, el contenido de sus deseos y de sus sueños, la naturaleza de sus relaciones con los demás y con la colectividad. De esta forma la educación descuida este deber esencial: enseñar a los hombres el arte de vivir, de amar y de trabajar en una sociedad que ellos están llamados a crear a imagen de su ideal… » (FAURE, E.; 1973: 127). Y en este punto la Orientación Educativa y Vocacional, no sólo resulta imprescindible, sino además insustituible, porque de hecho toda actividad educativa es en realidad una actividad orientadora por su propia naturaleza de ayudar a identificar capacidades y desarrollarlas.
Veinticinco años más tarde, en 1996, la UNESCO, bajo la presidencia de D. Federico Mayor Zaragoza, publica el Informe Delors titulado «La educación encierra un tesoro» en el que se da cuenta de los famosos cuatro pilares de la educación (aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser), pilares que son entendidos en un sentido global, armónico y sustentable del desarrollo humano y que son igualmente los grandes ejes en los que se constituye la Orientación Educativa y Vocacional. Así por ejemplo se señala de forma explícita que «…La educación no sirve solamente para proveer al mundo económico de personas calificadas; no se dirige al ser humano como agente económico, sino como finalidad del desarrollo (...) El desarrollo del ser humano que va del nacimiento al fin de la vida, es un proceso dialéctico que comienza con el conocimiento de sí mismo y se abre después a las relaciones con los demás. En este sentido, la educación es sobre todo un viaje interior, cuyas etapas corresponden a las de la maduración constante de la personalidad…» (DELORS, J.; 1996: 90 y 108).
Por último y en 1999, la UNESCO, insistiendo en la extraordinaria y capital importancia que tiene el hecho de sentar unas mínimas bases para la educación del siglo XXI, promueve y edita la conocida obra de Edgar Morin de «Los siete saberes de la educación para el futuro» en la que se proponen las conocidas siete grandes líneas transversales de fundamentación e intervención educativa: las cegueras del conocimiento; los principios del conocimiento pertinente; la condición humana; la identidad terrenal; enfrentar las incertidumbres; la comprensión y la ética del género humano, líneas que a nuestro juicio forman y quedan integradas en la cartografia del desarrollo humano propuesta por Ken Wilber.
Llegados a este punto, lo cierto es que estos saberes transversales del «aprender a ser» que a lo largo de los últimos cincuenta años se han ido proponiendo en las distintos informes de la UNESCO, así como también en los discursos y propuestas de las diferentes reformas educativas que se han llevado a cabo a lo largo y ancho de nuestro planeta. Sin embargo estas proppuesta, no solamente no han llegado a nuestras escuelas y centros educativos, sino que además no han sido lo suficientemente explicitados con el fin de poder aplicar y desarrollar proyectos y acciones educativas dirigidas a esta insoslayable finalidad y tarea educativa. Y es aquí donde nuestro Curso ofrece perspectivas, visiones, estrategias, metodologías y recursos para afrontar el gran reto, tanto de una educación de calidad, como de transformar nuestras prácticas educativas en la línea del “Aprender a ser”
Por otra parte, este no es Curso más de Orientación, de los que normalmente conocemos, en cuanto que se inspira en una nueva concepción paradigmática basada en la transdisciplinariedad o en la consideración de que los seres humanos, somos seres enormemente complejos y multidimensionales, y que nuestros problemas no son reductibles a estrategias lineales de estímulo-respuesta, sino a modos de intervención ecosistémicos.
De acuerdo con Maria Candida Moraes «…la finalidad mayor de la educación es promover el crecimiento personal, individual y colectivo del ser aprendiente, favorecer el desarrollo humano, colaborando para la evolución de su conciencia y de su espíritu, mediante la participación activa, reflexiva, placentera y creativa en actividades educativas de naturalezas diferentes…» (MORAES, Maria C.; 2008: 251) lo cual nos pone de manifiesto que en todo proceso educativo convergen, se relacionan e interaccionan de forma interdependiente al menos tres tipos de procesos: procesos de enseñanza-aprendizaje, procesos de orientación-desarrollo y procesos vitales-espirituales, creativos y de construcción de sentido, que hacen de la educación no solamente una necesidad vital que debe ser satisfecha y garantizada bajo la categoría de derecho humano universal, sino también un fenómeno de carácter biopsicosocial. Únicamente educándonos permanentemente, es cómo podemos preservar la vida en la Tierra, asegurarnos nuestra supervivencia como especie y desarrollarnos plenamente como seres humanos y es de aquí, de donde podemos deducir que la Orientación Educativa y Vocacional, no es algo reducible a lo escolar, sino que se extiende a lo largo de toda nuestra vida.
Desde esta perspectiva, una concepción ecosistémica y transdisciplinar de la Psicopedagogía y de la Orientación Educativa, necesariamente tiene que ir muchísimo más allá de las visiones unilaterales, especializadas y clínicas que han sido y siguen siendo en gran medida las dominantes en el panorama educativo de la mayoría de los sistemas escolares del mundo. Necesitamos por tanto, de una nueva mirada capaz de recuperar y reconstruir aquellos valores humanos y sociales que dieron origen a la orientación educativa con objeto de que a partir de ellos, podamos resituarla bajo perspectivas más acordes con sus funciones de ayuda a las personas y que dadas las nuevas realidades sociales y culturales, exigen por parte de los profesionales, de funciones más globales y sistémicas, madurativas y educativas frente a las tradicionalmente diagnósticas, técnicas y terapéuticas.
La Orientación Educativa y Vocacional, la intervención psicopedagógica y la educación en general, son pues actividades profundamente ligadas a valores. No existe ningún proceso de intervención educativa y orientadora por pequeño o sencillo que sea, que no ponga de manifiesto las motivaciones que lo activan y los valores que promueve. La Orientación Educativa tiene pues un carácter beligerante, ya que bien de forma explícita o implícita siempre hay debajo una determinada opción ontológica, antropológica y axiológica radicalmente incompatible con ese pretendido carácter neutral que muchos creen ver en los procesos educativos y formativos.
En consecuencia el problema fundamental no reside tanto, en conocer y aplicar qué técnicas son las más eficaces para diagnosticar, eliminar o subsanar determinada dificultad de aprendizaje, , sino en saber qué tipo de valores y actitudes son los que efectivamente estamos promoviendo mediante nuestras prácticas educativas y de intervención psicopedagógica. Necesitamos conocer cuál es la distancia que existe entre los valores, intenciones y deseos que declaramos en los discursos o que inicialmente pretendemos y las prácticas cotidianas que realizamos en nuestras aulas.
Urge entonces un nuevo tipo de Orientación Educativa y Vocacional más coherente y armoniosa con nuestra condición humana que es al mismo tiempo cósmica, biológica, cultural, social, pero también por:
- La propia entropía de los sistemas educativos, que no solamente se hacen viejos muy pronto, sino que entran en procesos de inercia autofágica o de simple deterioro e incluso de putrefacción como consecuencia del anquilosamiento de unas estructuras profundamente rutinarias y burocratizadas.
- La usurpación tecnocrática de lo que da sentido, coherencia y valor a los procesos educativos y la subordinación total de los mismos al modelo mercantil, utilitario y puramente consumista.
- Los mecanismos y procesos de exclusión que se operan con los sectores sociales más débiles, menos protegidos y más marginados que reducen la educación a una mercancía más, despojándola de su carácter y función de derecho humano universal.
- La necesidad de desarrollar plena y permanentemente el ser humano que ama y trabaja; que sueña, siente, piensa, hace, evalúa y mejora para volver a soñar-sentir-hacer en un proceso interminable; un ser humano que es capaz de desplegar sus capacidades de una forma enteramente original y enriquecedora de su propia humanidad y no a través de la idiotización colectiva o el embrutecimiento de la tecnología.
Necesitamos de un nuevo paradigma educativo que esté permanentemente centrado en el desarrollo integral de la persona, lo que significa e primer lugar asumir que el «desarrollo humano», es antes que nada la posibilidad real y efectiva de que todos los seres humanos sin exclusión puedan gozar de los recursos materiales suficientes que le permitan vivir con dignidad una vida prolongada, saludable y con acceso a las derechos básicos de la ciudadanía: salud, educación, trabajo, vivienda, libertad, participación, etc.
No obstante, un nuevo paradigma educativo tampoco puede quedarse exclusivamente en la toma de conciencia social y en el compromiso por la mejora de nuestro entorno, ya que de lo contrario correríamos el riesgo de instalarnos en esa cultura de la comodidad del bienestar individual que nos promete el mercado mediante el consumo incesante. Al nuevo paradigma no le es suficiente educar para construir una sociedad mejor, no le basta formar a individuos para que conscientemente luchen contra la opresión y los opresores, sino que también está dirigido a combatir al opresor que todas las personas llevamos dentro, a ese ser contradictorio, ambiguo, egoísta, erróneo que es en última instancia el responsable de las decisiones inhumanas.
No basta pues con una educación para la liberación exterior y la conquista del mundo, sino también una educación para la liberación interior y la conquista de uno mismo y esto significa reconocer que hay necesidades humanas que no han sido suficientemente consideradas por la educación, como la necesidad de ser aceptado y estimado; la de vivir en un espacio social de afecto y consideración; la de desarrollarse en un clima de estímulo o la de aceptar que cada persona en un ser de infinitas capacidades y posibilidades y que su desarrollo personal no tiene por qué expresarse necesariamente en lo que escolarmente se considera como deseable. Significa en último término admitir también que las personas no somos exclusivamente seres con necesidades fisiológicas y materiales, sino también con necesidades psicológicas y espirituales.
Pero además de que existen sobradas razones ecológicas, sociales, psicológicas, éticas y de desarrollo humano que justifican la emergencia de un nuevo paradigma educativo y de una nueva forma de pensar, sentir y hacer educación, existen también rigurosas razones científicas que procedentes de campos como la física, la biología, la ecología, la comunicación, apuntan a un cambio paradigmático también en la educación (Morin, E.; Prigogine, I.; Capra, F.; Laszlo, E.; Bohm, D.; Sheldrake, R.; Bateson, G.; Moraes, Maria C.; Naranjo, C.; Zukav, G.; Gardner, H.; Pibram, K.; etc.).
Está emergiendo pues un nuevo paradigma educativo que considera la interconexión de todos los problemas y necesidades educativas; las relaciones y conexiones de los procesos de enseñanza-aprendizaje, de orientación-desarrollo y vitales-espirituales, con los contextos específicos y globales en los que se realizan; la importancia y la influencia cada vez mayor de las redes de información y conocimiento que surgen gracias a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación; el papel activo de los sujetos que intervienen en los procesos; la caducidad y transitoriedad de los conocimientos y teorías, etc. Un nuevo paradigma en el que la educación y sus procesos no puede ser considerada ya como un sistema cerrado, uniformado y reducido a las burocracias escolares, sino que por el contrario se constituye y auto-organiza como un sistema abierto, lo que se constata en que no solamente aprendemos a partir de lo planificado curricularmente, sino también a partir de la experiencia y de la acción, por lo que estamos siempre ante procesos interminables, en los que el principio y el final nunca están predeterminados. (MORAES, Maria C.; 1997: 99).
Este Curso pues, se basa en una concepción transdisciplinar y permanente de la educación como un proceso que se desarrolla a lo largo de toda la vida, y en esta medida pretende contribuir, no sólo a proporcionar recursos formativos de validez permanente y universal, sino también a incrementar y ampliar el desarrollo de nuestra conciencia como seres bio-psico-socio-espirituales.
Objetivos generales
- Contribuir a la formación básica y fundamental en Orientación Educativa y Vocacional, así como funcional y especializada, tanto de los profesionales y estudiantes del ámbito de la Psicopedagogía, como del profesorado y personas interesadas en general.
- Conocer, comprender, analizar, aplicar y valorar los diferentes ámbitos de intervención de la Orientación Educativa, así como las estrategias, recursos y técnicas de intervención respectivas de cada uno de ellos.
- Aproximarse al enfoque transdisciplinar en educación y orientación, tanto desde la perspectiva de la complejidad de los fenómenos educativos, como de la perspectiva ecosistémica y psicoespiritual de la condición humana.
- Estimular el pensamiento crítico, tanto en el análisis de la práctica educativa y orientadora, como en la comprensión de los diferentes enfoques y modelos existentes en la misma.
- Conocer y aplicar recursos estrategias y técnicas de intervención orientadora a los ámbitos del aprender a ser, aprender a conocer, aprender a convivir y aprender a comprometerse.
- Ser capaz de construir una visión personal crítica y creadora de los problemas y necesidades educativas de nuestro tiempo, aportando soluciones estratégicas y prácticas a partir de las necesidades reales ya sean contextuales o individuales.
- Iniciarse en el las funciones de asesoramiento y consulta, tanto individual como insiticuional y sociocomunitaria colectiva, dirigidas tanto al cambio organizacional, como personal, siendo al mismo tiempo competente tanto en la identificación de necesidades y problemas educativos, como en su tratamiento orientador y psicopedagógico.
- Profundizar en aquellos aspectos de la orientación más estrechamente ligados al desarrollo personal, siendo capaz de implicarse en procesos de autotrasformación y de cambio individual y social.
- Contribuir al aprendizaje de la responsabilidad personal y social mediante la comprensión de aquellas dimensiones y aspectos que constituyen nuestra naturaleza humana en interacción continua con nuestro medio ambiente.
- Estimular el pensamiento transdisciplinar dirigido a comprender y asumir la necesidad de una conciencia espiritual como desarrollo integrador de las diversas conciencias antropológica, ecológicas, social, económica, política, cultural, etc, que constituyen nuestro ser en conexión e interdependencia con sociedad, la naturaleza y el universo entero.